miércoles, 1 de mayo de 2013

1º de Mayo Día del Trabajador



TRABAJO 

Actividad del hombre destinada a satisfacer necesidades de consumo. 

El trabajo constituye el único factor de la producción, aun cuando se realice con la ayuda de herramientas más o menos complicadas y costosas. Sin instrumentos de trabajo el hombre pierde la mayor parte de sus posibilidades de producción. Pero, sin el hombre, la máquina más automática se convierte en un objeto inerte e inútil. Hablar, al modo de los teóricos del capitalismo, de dos factores de la producción, capital y trabajo, es poner indebidamente en un pie de igualdad un elemento activo, el trabajador, y un elemento pasivo, la herramienta; un elemento amo por función y un elemento esclavo por su doble naturaleza de cosa y de producto de un trabajo anterior. 





TRABAJO (DIVISIÓN DEL) 


Repartición entre individuos y/o grupos sociales especializados de las tareas exigidas por la producción. 


La división del trabajo nace cuando el paso histórico de la economía de subsistencia -con auto abastecimiento de la comunidad patriarcal- a la economía de intercambio. Tiene una doble consecuencia. Por un lado, un mayor perfeccionamiento técnico y, en ciertos casos, artístico, pues el productor puede dedicar todo su tiempo y toda su capacidad a una actividad única en lugar de dispersarse en distintas y múltiples tareas. La división del trabajo, por lo tanto, permite al hombre especializarse y, luego realizarse plenamente en el campo de su mayor predisposición. Esto, por supuesto, en la medida en que el individuo sigue siendo dueño de su trabajo y de su obra, vale decir, en tanto tiene la posibilidad y hasta la necesidad de poner en su trabajo lo mejor de sí mismo. Lo que no es el caso cuando la especialización llega a privar sobre la creación, mecanizando al hombre y quitando al producto de su esfuerzo todo carácter personal. 


Segunda consecuencia: mayor socialización del ciclo producción -consumo, y esto en un doble aspecto. Por un lado, el consumo sólo es posible dentro de un marco cada vez más amplio. Ni el individuo ni el grupo familiar consumen su propia producción, sino que de. penden, por el contrario, para satisfacer sus necesidades vitales, de otros individuos o grupos, vale decir, de la sociedad que, a su vez, absorbe su producción en un intercambio constante de bienes y servicios. Al especializarse, el productor se vuelve incapaz de vivir de modo autónomo. La solidaridad social ya no es para él un lujo ni siquiera la simple expresión de su naturaleza, sino una exigencia' básica de la supervivencia diaria. 


Por otro lado, la división del trabajo fomenta la constitución de equipos de productores abocados a una misma tarea aunque, a menudo, en distintos grados de capacitación funcional. y entre productores de un mismo tipo de bienes nace una solidaridad que se basa en una actividad común. De ahí la estructuración orgánica 

de los productores, al margen de los grupos biosociales de que siguen formando parte. Dicho con otras palabras, la organización única de la sociedad patriarcal se duplica. Subsiste la familia como grupo de consumo. Pero surge el taller como grupo de producción. Y, más allá del taller, se constituye, regulado o no, el gremio, equivalente en el campo de la producción de lo que es la aldea en el campo del consumo, o sea, una federación de grupos básicos. 
El mundo civilizado de hoy es, por lo tanto, en su estructura económica, el producto inmediato, no de una elección fundada en la gana, sino de la división del trabajo, que impone a la producción y al consumo modalidades diferentes -y más complejas- de las que imperaban en la sociedad patriarcal. 

Jaime Maria de Mahieu

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